La revista Metrópolis, que edité durante tres años, fue el punto de encuentro de modernidad y democracia. Eran tiempos de alegría y despertares de lecturas, modos y sonidos que el mundo ya transitaba mientras en la Argentina per vivía debajo de sus años más oscuros.Su tamaño tabloide, sumada al colorido de sus tapas intervenidas, representó una explosión en los kioscos ya que sus portadas se constituían casi en verdaderos afiches.
Revista de culto, por años sus ediciones permanecían en los livings de los porteños de vanguardia. No fue la única novedad, también incorporaba por primera vez, reportajes a personalidades realizados a su vez por gente de las artes y la cultura. Todos daban cuenta de esa época, los ochenta, de entusiasmo, nuevas experiencias y proyectos.
Pasada la aventura de los primeros años de la democracia, la inflación y las crecientes dificultades económicas del campo de la publicidad y de la gráfica, hicieron que la revista, que tenía unos costos de producción elevados, se fuera espaciando en el tiempo hasta quedar como un recuerdo que reflejó de manera exquisita la gente, la vida, el día y las noches de una gran ciudad que quería revivir. — Daniel Ripoll, Director, Metropolis